miércoles, 13 de febrero de 2013

No esperes hasta el último momento


En esos últimos momentos me di cuenta cuanto pude haber hecho y no hice. Por cada bocanada de aire que cogía con todas mis fuerzas sabía que era una menos para acercarme a ese sueño profundo del que no iba a despertar nunca más. Tuve miedo, pero me di cuenta que todo el miedo que tenía era porque nunca compartí mis emociones.

Volví a respirar de nuevo y me apresuré a decir todo lo que quería decir, quería dar las gracias a los que estuvieron conmigo hasta el último momento de mi existencia y a los que me enseñaron a base de hostias aunque allí no estuvieran, a las que me hicieron sentirme bien conmigo mismo y me apoyaron en todas las decisiones que me limité a seguir y ni si quiera rechistaron, simplemente estaban ahí para cogerme cuando callera, gracias.

Cada vez me costaba más respirar pero seguí hablando. Lo que más odie de mi comportamiento es que cuando verdaderamente me apetecía dar un abrazo a alguien nunca se lo di, echaba de menos el contacto de una persona y lo reconfortante que es un simple abrazo. A través de ese acto sientes un gran bienestar, algo que yo he sentido muy pocas veces, nunca me atreví a darlos como si nada.

Por un momento dejé de hablar y os miré a todos. Estabais ahí callados todos, sentía una gran paz porque por fin dije lo que quería que supierais y en ese momento dejé de tener miedo.

Todo se acabó. No sé porque tenía miedo, ahora no hay nada por lo que sufro. Solo quería daros las gracias por aportarme tanto en mi vida, habéis sido grandes personas de las cuales aprendí algo de cada uno de vosotros. Tengo un gran recuerdo vuestro y espero que vosotros de mí también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario