jueves, 4 de agosto de 2011

23:26h

Son las 23:26h y estoy delante del ordenador y por primera vez no se qué hacer. Acabo de asomarme por la ventana para mirar la acera y llegan a mis oídos el sonido de una guitara eléctrica, está tocando una balada bastante triste. Está me hace pensar, hace sentirte sólo, me acaba de entrar una nostalgia pero no se dé que.

Empiezo a pensar que podrá ser de mí dentro de un par de años. Si alguna vez me tocará la lotería creo que haría un viaje largo, muy largo, de esos que sabes cuándo te vas pero no cuando vuelves. ¿A quién me llevaría? No lo sé, creo que iría sólo. ¿Sólo? Para que ir sólo, así no se disfruta. Imagínate, tú ahí en el hotel, empiezas a observar a la gente, ¿Y qué ves? Familias, niños, casados, novios, amigos, etc., eso sí es disfrutarlas.

Siempre nos quejamos de que es un agobio tener la familia encima, etc., pero, ¿Qué haríamos sin ellos? Sólo sabemos quejarnos, ellos nos dan vida.

Y ahora, aquí enfrente de la pantalla, se me cierran los ojos lentamente pensando que me puedo sentir afortunado gracias a lo poco que tengo, que aunque sea poco, para mi es especial. Sé que no lo demuestro muchas veces a diario, pero espero que sepan que sin ellos no sería nada, y el día que no haya nada yo me iré fuera y lejos, muy lejos, ya no habrá nada aquí para mí.

Ahora, pensándolo fríamente, todo esto lo escribí sólo porque no sabía qué hacer. Son las 27:38h de un Jueves cualquiera que por abrir una ventana y escuchar una triste melodía de una guitarra eléctrica me haga pensar y escribir todo esto.

PD. Escribir da vida, pero esa vida sin nadie no es vida

lunes, 1 de agosto de 2011

Dos vidas diferentes

Ayer murió mi marido. Ahora estoy sola en el mundo, tengo 55 años y no tengo hijos, y mi única hermana vive fuera del país. No tengo ninguna ilusión por levantarme cada día, no tengo a nadie quien cuidar y querer.

Me levanto por las mañanas mirando el lado derecho de mi cama, cerrando los ojos he intentado imaginar que sigue ahí, que más tarde o temprano el iba a acariciarme la espalda para decirme "- Amor, estas despierta?". Pero eso ya no ocurrirá.

Intento levantarme en dirección al baño para ducharme y arreglarme, ya no me apetece maquillarme o peinarme. Cuando termino, voy a la cocina para hacer el desayuno. Me preparo mi café y mis tostadas, siempre hacia cinco tostadas, dos para mí y tres para él, sigo haciendo las mismas tostadas, cinco. Cuando termino de desayunar, recojo y tiro esas tres tostadas que mi amor se comía.

Todas las mañanas solía bajar a la calle con él. Siempre me abría el portal para que pasara yo primera. Ahora soy yo quien abre la puerta. Al salir a la calle siempre veo a la vendedora de la ONCE, mi marido siempre le compraba uno los Jueves y otro los Domingos, siempre me decía:

- Si nos toca, nos iremos a conocer Italia juntos amor mío.

Ahora cuando me ve la vendedora siempre me pregunta que tal estoy, siempre la respondo "- Bien, gracias". Me hace sentir peor cuando alguien se compadece por mí.

Te echaré por siempre de menos, te quiero.
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Ayer murió mi marido. Ahora empiezo una nueva vida, tengo 55 años y no tengo hijos y aunque mi hermana viva fuera del país me siento libre y llena de alegría.

Ahora cuando me despierto tengo dibujada una sonrisa en mi cara. Siempre miro lentamente a la derecha, tengo miedo de que todo sea un sueño, pero no, ya no está el, ya no.

Cuando me levanto me dirijo al baño, me pongo lo más guapa posible, ya no me tengo que tapar ningún moretón, ahora me siento bien cuando me miro al espejo. No hay nadie que abuse de mi en mi vida, ya no está el.

En dirección a la cocina voy cantando alegremente, pensando que ya no oiré nunca esa voz grave ordenándome que le hiciera el desayuno. Aunque es verdad que sigo haciendo cinco tostadas, pero yo ahora, no me como mis dos, sino que también me como esas tres de más que serían para él, me las como con todo el gusto, disfrutando de su sabor.

Cuando termino, recojo la cocina, ya no está el que siempre me encerraba en la cocina hasta que la recogiera, ahora la limpio con la puerta abierta y escuchando la radio, una emisora con música, música que me hace sentir bien.

Ahora cuando salgo a la calle puedo hablar con la gente sin que él me deje en ridículo. Siempre al salir del portal el compraba un cupón para el Jueves y otro para el Domingo en la vendedora de la ONCE que estaba enfrente de mi portal. Cuando compraba el cupón siempre me decía:

- El día que me toque podré pagar a mejores mujeres que tu. Tu sólo sirves para limpiar

Ya no tendré que escuchar eso. Ahora cuando me ve la vendedora me sonríe y sé que se alegra por mí. Ahora soy una mujer libre y que siente que empieza a vivir de nuevo

No siento que hayas muerto, pero me entristece que sigan existiendo personas como tú en este mundo

domingo, 31 de julio de 2011

Recueros

Thief se despertó de madrugada en su cama, era la cama en la que el dormía de pequeño, se miraba los pies sonriendo levemente porque se le salían de la cama, esa cama que fue con su padre a comprar cuando el tenia 13 años.

Se levantó de la cama y decidió bajar a la cocina a por un vaso de cualquier bebida que le calmara. Primero pasó por el baño y se miró al espejo, empezó a tocarse la cara, se fijo en su piel, ya no era igual que antes. Ya tenía un par de arrugas en los ojos, ojeras pronunciadas y las marcas faciales ya definidas.
- El paso del tiempo no perdona a nadie

Salió del baño y se dirigió a las escaleras para bajar a la cocina y empezó a sentirse raro, empezó a sentir varios sentimientos a la vez, amor, tristeza, odio, soledad… De repente se quedó paralizado en un escalón, ese escalón, calló sentado ahí con los ojos en blanco, intentaba guardar esas lágrimas, lágrimas que le hacían más débil cada vez que una se derramaba por su cara envejecida.

Empezó a tocar el escalón y a palpar unas siluetas que había en él. Era un dibujo que hizo de pequeño. Era un dibujo de un dinosaurio, un dinosaurio que le regalaron sus padres en su cumpleaños y empezó a recordar todo de nuevo…

Era una mañana de verano, hacia bastante sol, entraban rayos por la puerta del exterior y se iluminaban los bonitos colores de la vidriera de la puerta de entrada, estos se reflejaban en la escalera y eran unos colores destellantes, verdes, amarillos, rojos… En ese momento Thief, empezó a imaginarse un paisaje y decidió dibujar en la escalera su dinosaurio. Su madre estaba en el baño arreglándose, habían quedado para comer con sus hermanas ya que iban a celebrar el nacimiento de su sobrina. Se había puesto su vestido nuevo, era blanco con tirantes y decorado con unas perlitas alrededor de las costuras. Se empezó a maquillar, hizo todo un ritual, primero una crema, después la base, sombras, colorete, máscara de pestañas, lineado, y por último los labios, siempre se los pintaba de rojo, la encantaba. Fue a la habitación y se puso unas sandalias de tacón que se compró con su marido el día anterior. Le era difícil andar con ellas, ya que eran muy altas.

Empezó a llamar a Thief para que se arreglara, pero él no le hacía caso. Salió de la habitación en busca de Thief y le vio dibujando en la escalera, se acerco a la escalera con un ligero paso y bajo un escalón mientras le decía que parase. Al segundo escalón que bajo, se torció el tobillo y sin saber cómo, empezó a rodar por la escalera. Se dio en la cabeza con el último escalón.

Thief volvió en sí, se levantó del escalón y empezó a recordar la escena tan macabra que se le quedó grabada de pequeño. Empezó a ver la imagen de su madre muerta en la escalera, de los orificios de sus oidos salía sangre y tenía los ojos en blanco mirando al vacío